La primera vez que ví a Cloud Nothings en vivo fue en un foro cerrado de la Ciudad de México hace un par de años. El grupo venía atinadamente a tocar gracias a la gira de su más reciente disco en ese entonces, el desgarrador “Here And Nowhere Else” y, más que un acto de repaso de hits, se sintió como todo un ritual de liberación para cada uno de sus integrantes. La voz, las guitarras, la batería, todo era como tratar de hacer un exorcismo personal a base de crear arte para liberar. Como lo dicen en “Sing Street”, “make art out of it”. Sonaba como una catársis placentera, un gesto de rabia para disfrutar.
Y a decir verdad toda la discografía del grupo ha sido así desde sus inicios y los títulos del disco algo tienen que decir acerca de eso: “Leave You Forever”, “Attack On Memory”, “Here And Nowhere Else”. Son nombres que de inmediato ponen al grupo en un apartado de emo revival que poca justicia les había hecho hasta ahora. Hay mucho grito visceral, mucho verso lleno de odio, pero más que darle tributo al sufrimiento como una virtud, Cloud Nothings siempre ha sido un grupo que lo mira desde una perspectiva más objetiva. Cloud Nothings hace crónicas, se queja, grita y llora con autenticidad.
Desde entonces el sonido del grupo se ha convertido en algo característico. No solo como ellos en un solo ente, sino incluso con sus experimentos al lado de Wavves, otra banda que comparte todo aquello con ellos, Cloud Nothings ha sido a lo largo de su historia un acompañante perfecto para momentos de ira y tristeza en equilibrio. Sin embargo, con su más reciente disco, el conmovedor “Life Without Sound”, pareciera que pretenden elegir otro camino para caminar. O, quizá, aquella furia envuelta logró sanarse antes y ahora solo queda un ápice de reflexión para apreciar.
Y es que su nuevo disco es más cercano a los experimentos más sentimentalistas de los New Pornographers que a cualquier otra cosa. No es ninguna hipérbole, en canciones como “Internal World”, o “Things Are Rigtht With You”, el espectro de Dan Bejar en cada uno de las voces y aquel de Neko Case en la guitarra permanece intacto. Se trata, pues, del disco menos agresivo de Cloud Nothings, de aquel más orientado al pop poderoso y, también, de ese que menos sufrimiento tiene en su interior. Hemos sido testigos de la catársis, parece que aquí llega el epílogo.
“Life Without Sound” es un título que parece sugerir muchas cosas. Una de ellas es, tal vez, haciendo referencia al sonido como un término para describir la estridencia de sus antecesores. Como si el grupo quisiera dejar todo atrás, ese sonido del título no es otra cosa sino la visceralidad de sus antecesores. Mientras aquí se escuchan canciones como la increíble “Modern Act”, la durísima “Strange Year” o la inicial “Up On The Surface”, en sus discos anteriores se apreciaba una prisa por exorcisar demonios. El grupo no suena mejor que nunca, porque ahora está mejor que nunca. Y tal vez eso podría ser un elemento que merme su funcionamiento.
Al final del día “Life Without A Sound” funciona como una metáfora que intenta revelar la vida contemplativa después de un periodo de tiempo de reflexión visceral. En manos de Cloud Nothings se escucha como un triunfo épico, una prueba que el ser humano más involucrado con sus sentimientos animales puede superar. Sin embargo, en un contexto menos visceral y más objetivo, el disco queda como el simple recuerdo de lo que alguna vez fue el grupo. Escucharlo de inicio a fin es distinto a hacerlo con sus antecesores y tal vez ese sea el hecho principal. Cloud Nothings tuvo una época de empatía oscura con el mundo y su brillo de luz a él poco impactó en aquellos que de verdad queríamos formar parte de él. Así las cosas.
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